A previas del nacimiento de su primogénita, Juan contaba cómo a lo largo de sus 32 años había tirado alrededor de 5 mil piedras.
En mi vida he tirado como 5 mil piedras
Ninguno de los que nos encontrábamos en el lugar logró contener una risa burlesca, pues a simple vista Juan es un adulto responsable, dueño de una familia que además, próximamente se hará más grande, estudiante y trabajador.
Ninguno se logra explicar de qué manera pudo terminar este hombre en medio de aquellas protestas universitarias en las cuales vuelan más piedras que palomas.
Sin embargo, siempre habíamos sospechado de la capucha «antiflama» que utiliza cuando maneja su moto por la ciudad, demasiado sospechoso para ser de un hombre que profesa tanta clase.
“Aún recuerdo cuanto tiré la piedra 4 mil, fue algo muy hermoso, quién se iba a imaginar que le iba a dar a un tombo justo en la cabeza…” añade Juan con una sonrisa de satisfacción que solo le pertenece a quien recuerda algo que le marcó para siempre. Mientras le escucho no dejo de pensar en las reacciones posteriores de su hija cuando dentro de algunos años se entere de esta historia y entre mis pensamientos solo contemplo dos opciones: Si su espíritu nace para ser una niña con espíritu tradicionalista dirá: “O sea, qué oso papí. Me dueles”; Pero si su espíritu nace con la misma alma revolucionaria de su padre dirá: “Quiero ser como tú… (inserte aquí algunas palabras típicas del discurso revolucionario) te amo.”
Aquí podemos ver un gráfico de la piedras acumuladas tiradas por Juan.
En fin, nadie le quitará a Juan sus 5000 piedras, 156 en promedio por año. Le abono que no fueron papas bombas, esas si lo convertirían en otro ser que desconocería completamente, básicamente porque estudia una carrera que nada tiene que ver con química, y menos mal, de no ser así no estaría contando esta historia y si lo hiciera, dudo mucho que todas sus extremidades estuvieran todavía en su debido lugar.
