Como si fueran gigantes medusas carmesíes flotando en el vasto océano celeste, estos espectáculos de luz emergen, adornando el firmamento con su presencia. Incluso los traviesos «duendes rojos» aparecen como si bailaran durante las tormentas eléctricas. Aunque sus nombres difieren, todos son miembros de la misma familia: los asombrosos espectros rojos.
Estos fugaces destellos de luz y energía, en tonos rojos o azules, aparecen directamente sobre las tormentas eléctricas y a veces se extienden hasta las alturas de la ionosfera. Pero, ¿cuál es la chispa que enciende esta enigmática exhibición?
Al igual que los rayos que preceden a estas creaciones celestiales, las medusas rojas son creadas por las descargas eléctricas de las tormentas. Son engendradas por imponentes sistemas convectivos de mesoescala, esas colosales tormentas de verano que hacen que los meteorólogos salten de emoción cada que se producen. Como si fueran el telón de apertura, los relámpagos convencionales preparan el escenario para estos destellos cromáticos que desafían el cielo.
Las medusas rojas: los destellos eléctricos del cielo
Estos espectáculos rojizos pueden extenderse desde la cima de las nubes hasta la ionosfera, esa capa ionizada que se encuentra a unos 90 kilómetros por encima de nuestras cabezas.
El relámpago fugaz se crea en el aire durante un breve lapso de 3 a 10 milisegundos. Tan corto, tan veloz, que hasta hace poco se les dedicaba poca atención en el gran teatro de la ciencia. Las luces carmesíes viajan a velocidades que superan los 1.600 kilómetros por hora, como si tuvieran una prisa cósmica que no admitiera retrasos. Esto, por supuesto, hace que resulten tan escurridizas para las cámaras convencionales como un pez escurridizo en un arroyo de montaña.
No obstante, gracias a la tecnología en constante evolución, podemos finalmente vislumbrar ese momento efímero. Pero ten en cuenta que esto requiere un equipo fotográfico de categoría. Las cámaras de alta resolución capaces de capturar 10 mil fotogramas por segundo logran congelar esos instantes en los que grupos de pequeñas bolas de ionización danzan en el firmamento, extendiéndose hasta decenas de kilómetros en la vertical.
Similares en cierta medida, pero con roles bien diferenciados
Estos destellos celestiales, aunque comparten el escenario con los rayos, se distinguen por su radiante paleta. Su particular tono se origina cuando las tormentas desencadenan una sinfonía eléctrica que hace que las cargas eléctricas se desplacen. Esto provoca un delicado desequilibrio en el coro de las cargas, dando vida tanto a los destellos que iluminan el cielo como a estas medusas rojas que danzan en lo alto.
Imagínate esto: cuando un rayo golpea la tierra, su energía positiva es como una invitación a una fiesta en la que solo asisten los cargados de positivismo. Esta energía necesita ser equilibrada por una respuesta de igual magnitud pero con una carga opuesta, que aparece en otras partes del cielo. Estas medusas rojas son, entonces, las descargas eléctricas que hacen que el universo de los electrones se mantenga en equilibrio.
Fue hace 32 años que empezamos a darle importancia
Fue en julio de 1989 cuando la Universidad de Minnesota desenterró este fenómeno cósmico, como arqueólogos estelares desentrañando los secretos del universo. Pero fue en 1994, gracias a la Universidad de Alaska y sus ojos en el cielo, que se mostró al mundo la primera instantánea de este divino espectáculo. Fue capturado desde un jet perteneciente a la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA). Desde entonces, este evento cósmico sorprende de manera intermitente durante los días de agosto.
Sin embargo, en el presente, dependiendo del tamaño y la forma del evento, se les conoce indistintamente como medusas rojas, duendes o espectros. Incluso en los reinos celestiales, cada uno tiene su propio papel. En realidad, se pueden clasificar en cuatro formas principales, lo que nos da cuatro tipos de espectros rojos:
- Las medusas rojas: estas son las más extensas, a veces abarcando hasta 50 kilómetros de ancho, como si fueran las cortinas cósmicas en el gran teatro del cielo.
- Los duendes: de aspecto similar a una zanahoria (¡sí, una zanahoria celeste!), son los bromistas cósmicos con un toque de humor celestial.
- Las columnas: más estructuradas, se alzan como pilares cósmicos que desafían la gravedad, formando un espectáculo arquitectónico en el cielo.
- Los misteriosos: como las sombras en la noche, carecen de una forma definida, confundiéndonos con su misteriosa naturaleza.
Así, como un ballet cósmico, estos espectros rojos nos recuerdan que, incluso en el vasto expanse de la atmósfera, la belleza y el asombro pueden aparecer en las formas más inesperadas.